Según un informe del Congreso del Perú, las tuberías de la refinería tenían casi 50 años de antigüedad, sin la debida renovación o mantenimiento.
Han pasado más de seis meses desde que 11.900 barriles de petróleo se derramaron sobre el litoral peruano, afectando gravemente a la flora y fauna de la zona. El accidente se produjo en La Pampilla, una refinería subsidiaria de Repsol. Según fuentes del Ministerio del Ambiente del Perú, este ha sido uno de los peores accidentes medioambientales de la historia del país. Las consecuencias han sido devastadoras para los ecosistemas del litoral: la pérdida de la flora y fauna silvestre, la contaminación de parques y reservas naturales y la destrucción del medio de vida de miles de pescadores.
La ignominia de Repsol hacia el país latinoamericano es digna de asombro. No solo camuflaron la gravedad del impacto inicial del derrame, sino que además justificaron el descuido de sus infraestructuras escudándose en el terremoto de 5,2 grados que sacudió Tonga a inicios del año. La justificación no es solo perversa, sino que también responde a una ignorancia vergonzosa. Según un informe del Congreso del Perú, hecho público por Associated Press, las tuberías de la refinería tenían casi 50 años de antigüedad, sin la debida renovación o mantenimiento.
Hasta la fecha, la empresa no ha indemnizado de manera realista al estado peruano ni a los pescadores, a los que han entregado bonos de 3000 soles, el equivalente a 760 euros. Por su parte, el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) ha impuesto una demanda a Repsol por 4,500 millones de dólares. El pleito legal probablemente se alargará mediante las argucias que la petrolera utilizará para dilatar la disputa.
Fuente: La Voz del Sur