La importación de combustibles a gran escala es una de las consecuencias de la crisis energética en Bolivia, lo que ha llevado a un aumento significativo en los costos y una mayor dependencia del exterior.
Bolivia enfrenta una profunda crisis energética debido al agotamiento de sus reservas de gas y petróleo, resultado de décadas de exportaciones masivas sin inversión suficiente en exploración y producción. Según el exministro de Hidrocarburos, Álvaro Ríos, la producción de gas y petróleo ha caído drásticamente, pasando de 61 millones de metros cúbicos de gas por día en 2015 a 28 millones en 2023.
Esta situación ha llevado a un severo desabastecimiento de combustibles, obligando a Bolivia a importar grandes cantidades de gasolina, diésel y GLP a un costo exorbitante que supera ampliamente sus reservas. El costo de estas importaciones se estima en 3300 millones de dólares para este año, creando una situación económica insostenible.
El modelo económico estatista, con la empresa estatal YPFB controlando la exploración y producción, ha resultado ineficaz y ha desalentado la inversión privada debido a la falta de seguridad jurídica y las políticas impositivas. Ríos destacó que la crisis energética no solo tiene un impacto económico devastador, sino también social, afectando el transporte, la agricultura y la vida cotidiana de los bolivianos.
La situación empeorará en los próximos años, con una proyección de importar 5500 millones de dólares en energía para 2029. Ríos advirtió que la situación boliviana sirve como una advertencia sobre los peligros de un modelo económico que prioriza las exportaciones a corto plazo sin invertir en la sostenibilidad a largo plazo del sector energético.
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